La jornada fue mucho más que una bienvenida: fue una celebración de la vida, del coraje y de la esperanza. Desde su llegada a la ciudad, una caravana de autos adornados con globos y carteles recorrió las calles, acompañando al niño y su familia. Vecinos, amigos y compañeros de escuela salieron a saludarlo, convirtiendo cada esquina en una muestra de cariño.
El trayecto culminó en la plaza principal, donde la comunidad se reunió para rendirle un emotivo homenaje. Entre abrazos, aplausos y palabras de aliento, Genaro sonreía tímido, pero con la mirada brillante de quien sabe que el amor puede ser también parte de la cura.
Su historia, marcada por la fortaleza y el optimismo, conmovió a todos los presentes.










