Un episodio cargado de tensión sacudió la tranquilidad de la pequeña comisaría del Quinto Cuartel en el Departamento Victoria, donde un policía de larga trayectoria sufrió un brote psicótico y terminó encañonando con una escopeta reglamentaria a dos colegas que cumplían turno. A pesar del dramatismo del momento, los efectivos lograron dialogar con él y reducirlo sin que se produjeran disparos.
Según confirmaron fuentes confiables, el agente —muy respetado por sus años de servicio— comenzó a delirar y acusó a sus compañeros de “tener el diablo”, en medio de un estado de exaltación extrema. La escena se desarrolló dentro de la dependencia, ubicada en una zona sin viviendas cercanas, lo que evitó que el episodio trascendiera a terceros.
Los dos policías que se encontraban con él reaccionaron con calma, establecieron contacto verbal y consiguieron contener la situación hasta desarmarlo de manera segura. Tras el incidente, el agente fue trasladado al área de Salud Mental, donde permanece internado y bajo evaluación profesional.
Un síntoma de un problema mayor
Este caso reaviva una preocupación silenciosa dentro de la fuerza: la deteriorada salud mental del personal policial. Entre jornadas interminables, sueldos estancados, acumulación de horas extra y exposición constante a situaciones de estrés crítico, cada vez son más los episodios que evidencian un desgaste profundo, tanto en hombres como en mujeres de la institución.
La falta de acompañamiento psicológico real y sostenido aparece como un factor de riesgo. “La contención profesional hoy es mínima o directamente inexistente”, reconocen fuentes internas. Y la consecuencia es clara: la vulnerabilidad no solo afecta a los policías, sino también a su entorno laboral y comunitario.
Temor institucional y riesgo operativo
Dentro de la fuerza existe preocupación por cómo pueda interpretarse el hecho si se hace público sin contexto, temiendo que se lea como un caso de descontrol generalizado. Sin embargo, lo ocurrido expone una urgencia innegable: la institución está sobreexigida, desbordada y sin estructura adecuada de asistencia emocional.
El incidente del Quinto Cuartel vuelve a encender las alarmas. Sin un sistema de apoyo psicológico sólido, la tensión interna puede alcanzar niveles críticos, con consecuencias imprevisibles tanto para el personal como para la comunidad a la que protegen.








