El 3 de junio se cumplen 8 años desde el primer grito de “Ni Una Menos”. En 2015, el movimiento de mujeres estalló, por primera vez en mucho tiempo, ante la ola de femicidios que se había llevado la vida de Kiara en Santa Fe y que antes de aquel 3 tuvo otro epicentro con el femicidio de Katherine Mocoso en Monte Hermoso. Desde entonces se formularon muchas demandas de acción y muchos reclamos al Estado, a los cuales los gobiernos dieron la espalda.
Fue la acción de este movimiento lo que permitió que se pusiera de relieve la enorme discriminación y opresión que el régimen social promueve contra las mujeres.
En medio de la crisis económica y social en curso, creada por los que gobiernan en favor de las minorías sociales empresariales y de banqueros y especuladores, las mujeres fueron expuestas a una mayor pauperización de sus vidas.
El ajuste gubernamental golpea particularmente sobre las mujeres, que representan el 70% de la franja más empobrecida por el plan fondomonetarista.
El gobierno, incluidas aquellas que se autodenominan “mujeres gobernando”, lejos de alivianar las tareas de cuidados de las mujeres, las volvieron aún más pesadas y precarizadas.
El gobierno del Frente de Todos cometió la “proeza” de esclavizar aún más a las mujeres, atándolas a más tareas de cuidados de menores y de adultos, y todo lo hizo habiendo montado un Ministerio de Mujeres con el que aseguraba que se iban a resolver nuestros problemas.
Entre el Frente de Todos y los gobiernos de Juntos por el Cambio no hay grietas cuando se trata de cumplir con las exigencias del FMI y sus consecuencias sociales.
La educación sexual integral en todos los niveles educativos fue bloqueada directamente desde los gobiernos. El reclamo de separación de la iglesia del Estado fue transformada en un reforzamiento de esos vínculos, tanto de parte del gobierno nacional como de parte del de Larreta.
Su intento de otorgar una línea de atención para boicotear el aborto legal no fue resistido por los legisladores del FdT ni por ese espacio en general, se llamaron a silencio frente a semejante acción. Buscan así contemporizar con las organizaciones evangélicas en medio del año electoral.
La demanda para facilitar el acceso al poder judicial también fue desoída. Los fallos misóginos y persecutorios de las madres protectoras se siguen sucediendo sin que las fuerzas gobernantes avancen sobre los jueces y fiscales que las ejecutan, peor aún los siguen designando teniendo antecedentes.
No existieron planes de vivienda para ayudar a las jefas de hogar. Lejos de eso, las mujeres que huían de la violencia y se colocaban en asentamientos para tener un techo fueron ferozmente desalojadas sin ninguna alternativa.
Tampoco hubo planes de inserción laboral genuina ni progreso en los derechos laborales de los rubros en los que trabajan mayoritariamente las mujeres.
Las demandas en esta materia fueron sostenidos en gran medida por mujeres precarizadas, que con un plan de poco más de 30 mil pesos hacen lo que pueden para ayudar a sus compañeras.
El desprecio por crear herramientas serias para enfrentar la violencia en los hogares fue total. Unos que gobiernan las desprecian, otros dicen valorarlas, pero ninguno hizo nada.
Los gobiernos se abocaron a contener dentro de las paredes de secretarías y ministerios a un activismo que, a través de ese método, fue retirado de la lucha callejera.
La ilusión de estar participando de gobiernos que decían que venían a hacer cosas en nuestro favor se destruyó ante la evidencia de los hechos: convirtieron a esos organismos en maquillajes de género de un feroz ajuste, del que fueron sus víctimas particulares las mujeres y los niños.
Sobre la base de esta estafa se monta con cierto éxito la campaña derechista contra la lucha por los derechos de las mujeres, emparentándolas con el fracaso y la estafa gubernamental.
Organizarnos de manera independiente y sin quedar ligadas a ningún gobierno capitalista es fundamental para avanzar en nuestras demandas y para conquistar cada vez más sectores a esta lucha.
Nuestro planteo de que impulsemos desde abajo un Consejo Autónomo de Mujeres y Diversidades debe ser reflotado a la luz de estos fracasos; electo por la mujeres, con cargos revocables y que no siga la agenda de ningún gobierno ajustador.
Las centrales sindicales, que usaron la cuestión de la mujer para buscar el ascenso en dichas estructuras de algunas de las suyas, se olvidaron de las demandas cotidianas de las trabajadoras: el trabajo con derechos retrocedió aún más, los rubros feminizados tienen más informalidad y más salarios de indigencia que en el pasado, los salarios son los más bajos y no se produjo ningún avance genuino general en materia de licencias especiales.
Ni siquiera fueron capaces de hacer cumplir la reglamentación de la Ley de Contrato de Trabajo en lo referido a los jardines maternales.
La adhesión al ajuste en curso y el cubrir las espaldas de este, fue desde el primer día la principal función cumplida por los sindicatos dirigidos por el Frente de Todos, incluidas sus mujeres que no movieron un dedo por la situación de las y los trabajadores.
A esta estafa y al uso de nuestras demandas para el carrerismo personal, le oponemos la lucha por la puesta en pie de listas antiburocráticas para recuperar los gremios para las y los trabajadores.
Desde la lucha piquetera, que fue a fondo en la movilización independiente contra todos los gobiernos, muchas mujeres salieron de las cuatro paredes de hogares destruidos para insertarse en una lucha colectiva que las tiene como organizadoras y protagonistas de grandes gestas sociales y políticas.
Los gobiernos y sus juglares mileistas las atacaron para sacarlas de las calles y devolverlas al silencio de los hogares empobrecidos.
Las mujeres debemos emular a este gran colectivo de lucha, volver a las calles y forjar nuestra organización de forma independiente de los gobiernos de turno.
La opresión de las mujeres es inherente a este régimen de hambre, explotación y precarización laboral. Para conquistar nuestras demandas hay que enfrentarlo.
En épocas de reforzamientos derechistas, sumate a la lucha para que la izquierda, que lleva consecuentemente la defensa de las banderas del movimiento de mujeres, avance y capitalice el descontento popular.